Un día, Nathan conoció al chico de las estrellas.
Él tenía mil y un estrellas en sus ropas, y algunas pegadas en su cara de manera graciosa, sus rulos rubios eran lo más notable, además de el cabello largo que poseía, tenía una corona de papel con estrellas dibujadas en ella, y su sonrisa, no podía ser más pura y sincera.
No se atrevió a hablarle, pero lo vio desde la lejanía, viendo como le daba pegatinas de estrellas a cada niño que pasaba. Algunos padres lo veían de manera rara pero amable, mientras que otros sólo mostraban su desagrado, como si temieran que le